Una picar(día) que nos costó el invicto

Cuando la injusticia se hace presente en una campo de juego, no hay qué darle. Para colmo, si tu goleador tiene una tarde donde parece tener problemas de satélite y el arco contrario se le cierra desde donde se lo mire, cartón lleno.

Palabras más, palabras menos, este adelanto es una síntesis de lo que aconteció en el Pedro Bidegain luego del auspicioso primer tiempo de San Lorenzo ante Banfield. Con el monopolio del juego del lado del Ciclón, el hielo lo rompió Nico Blandi cuando debajo del arco estrelló un pelotazo en el travesaño. Era una advertencia seria, una elocuente prueba de que el equipo del Pampa Biaggio seguía hambriento y en búsqueda de cerrar el año de la mejor manera. Sin embargo y tal como reza ese viejo axioma de que los goles que no se hacen en un arco te los hacen en el tuyo, en la única chance que tuvo el Taladro, Pablo Mouche la agarró desde afuera del área y le rompió el arco a Nico Navarro. 0-1, sorpresa, bronca, y deseos contenidos de maldecir a los cuatro vientos.

Si la tarde pintaba compleja, Nico Blandi le complejizó aún más cuando falló un penal tras cuando se la picó al arquero Altamirano. Pero el guardameta se avivó y volvió sobre sus pasos para contenerle el tiro desde los doce pasos al capitán azulgrana y ahogar nuevamente el grito de gol sanlorencista.

Con el correr de los minutos, el equipo asimiló el golpe por no haber aprovechado su momento y las acciones se equilibraron, al punto de irse a los vestuarios en desventaja a pesar de continuar avanzando sobre la valla de la visita.

En la parte final, el argumento del partido se mantuvo inalterable. San Lorenzo iba con enjundia pero se desinflaba al llegar al área de Banfield. Mientras que el fondo de los de Falcioni bancaban los trapos, sus centrales se llenaban la frente de chichones de los centros que recibían. Más allá del aliento constante del público del Ciclón, el tiempo era más tirano que nunca y se había transformado en otro escollo de superar.

Ya estaba Botta adentro (reemplazante de un Gudiño intrascendente) y el Pampa resignó a Facu Quignón, de buen encuentro, por Alexis Castro. No obstante, el equipo cada vez creaba menos peligro. Quizá por eso, el DT se jugó su última y riesgosa carta al hacer ingresar a Nicolás Reniero por Víctor Salazar. Si eso no era meter toda la carne al asador…

San Lorenzo dejó la vida hasta la última jugada pero se quedó con las manos vacías, no hubo manera de quebrar el fondo del ordenado y conservador Banfield y encontró la pitada final como un castigo que quiso revertir pero no supo cómo.