Más de lo mismo, otra vez sopa, y van...

El Ciclón quedó en una delicadísima situación en la fase de grupos al igualar 1 a 1 con Gremio de Porto Alegre. Lo ganaba desde el vestuario luego de un penal de Ortigoza a los 2 minutos. Pero se comió muchísimos goles y en el descuento Gremio se lo empató. 

San Lorenzo sabía que debía quedarse con sus primeros tres puntos en el Bidegain para conseguir un poco de oxígeno en la Copa. Al tener en claro que dentro del combo de sus posibilidades no estaba la de especular, desde el arranque salió a poner en práctica su ambicioso plan de continuidad en la Libertadores. De movida se puso en ventaja cuando el infalible Ortigoza cambió penal por gol una genialidad de Belluschi en el área. Pero como jamás se replegó, ni siquiera en ventaja, hubo pasajes en los cuales el Ciclón sufrió más de la cuenta, en especial cuando Gremio sacó la cabeza del agua y acercó peligro real a las inmediaciones de Torrico. 

Ante los ataques constantes del conjunto de Guede y la obligada necesidad de los Gaúchos por no volverse con las manos vacías a Brasil, el cotejo se convirtió en un ida y vuelta apasionante. Blanco tuvo la más clara cuando la agarró en mitad de cancha y enfiló hacia Grohe. Pero para asegurarla asistió a Cauteruccio y el uruguayo (de pólvora mojada en los últimos tiempos) amagó y apuntó al bulto para que el arquero salve a Gremio de otra caída segura. A partir de ahí y aunque el fondo de San Lorenzo se mostró endeble, fue todo del Ciclón. Pero chocó contra dos circunstancias insoslayables: la falta de puntería de sus hombres y el obstáculo llamado travesaño. San Lorenzo se devoró tres goles ya que los remates de Mas, Cerutti y Blanco fueron repelidos por el larguero. También se lució el arquero Marcelo Grohe quien detuvo un remate a quemarropa de Blanco que tenía destino de red. 

A excepción de algunas jugada aisladas, no sólo San Lorenzo justificaba estar arriba en el marcador, además hubiera merecido un resultado aún más holgado. Sin embargo, se iba al vestuario en ganancia pero con la mínima diferencia. 

En el capítulo final, la paridad se adueñó de las acciones y el encuentro disminuyó en intensidad. No obstante, el Ciclón siguió incursionando por las bandas e intentó por todos los medios aumentar el tanteador para no sufrir eventuales complicaciones más tarde. Y aunque Gremio adelantó sus filas, abusó de los pelotazos frontales que fueron rechazados por Angeleri y Caruzzo, casi a voluntad. 

Al promediar la segunda mitad, el partido había caído en la mediocridad y en las reiteradas imperfecciones de ambos equipos. San Lorenzo pudo liquidarlo pero Romagnoli (que ya estaba en cancha) entrando al área la mandó por arriba. Daba la sensación que el Ciclón había bajado los decibeles pero era más que los de Porto Alegre. Era tan cierto como que el partido aún no estaba cerrado.

Fernando Belluschi no sólo había sido el responsable de la apertura del partido, también se había erigido como la figura del cotejo. Fue el que mejor entendió cómo crearle peligro a Gremio y hasta se dio “el lujo” de colaborar a la hora de arremangarse y defender. 

San Lorenzo tenía el partido prácticamente en el bolsillo pero Gremio no lo entendió así. Mussis perdió una pelota en mitad de cancha y luego de una serie de rebotes, Lincoln la mandó a guardar. Una vez más, el Ciclón era castigado por no definir los partidos a tiempo y por darle otra vida a su rival.