¡Y un día volvió el fútbol!

Es imposible no ilusionarse cuando Ángel y Óscar Romero están en sintonía con el equipo. Me pasa a mí y supongo que a todos. Y cuando eso ocurre, el resto de sus compañeros se contagia, y todo parece encaminarse hacia un buen destino. Y la mayoría de las veces esta mancomunión deriva en un final feliz. Siempre funciona de esta manera, el mecanismo es simple.

San Lorenzo venció a Estudiantes, casi con vestimenta de entrecasa. Bastó con que los Romero exhibieran gran parte de su repertorio para doblegar a un rival bastante insulso y que no hizo demasiado en su visita en el Bidegain. En la primera parte abrió la cuenta Mariano Peralta Bauer (juvenil que gracias a su rendimiento y a lesiones que postergaron a los refuerzos Di Santo y Jonathan Herrera, se quedó con el puesto y con la confianza que depositó en él Mariano Soso) al aprovechar una hermosa habilitación de Óscar y definir ante el estéril achique de Andujar. El partido lo cerró Ángel con un tiro libre que el propio arquero no hizo más que mirarla cómo entraba. El Pincha ya estaba con diez debido a un excesivo juego brusco, y esta segunda conquista lo desbordó más de la cuenta.

El Ciclón cerró una noche rotando nombres, se dio este lujo porque sabía que el partido estaba ganado. Lo consiguió casi sin sobresaltos y debido a que las piezas estuvieron aceitadas y -en muchos casos- funcionaron casi a la perfección. Hubo seguridad en Monetti, en sus centrales Gattoni y Donatti, en Ramirez y en Peralta Bauer, pero sin lugar a dudas los Romero fueron las figuras estelares. Porque gracias a ellos, un día volvió el fútbol a Boedo…