Ortigoza cumplirá 200 partidos con la camiseta del Ciclón

“Suerte con tu novia” le dice mamá Mirta mientras acaricia sus rulos engominados. El perfume de Jona impregna el aire de la casa. Está vestido de jean, el buzo anudado a la altura del pecho. Camina unos metros y lo encuentra en la esquina. Es el tío Manuel, cómplice de su travesura, que lo espera con los botines y el shortcito en la mano. La cita de Jona será en un potrero. Su novia, una pelota de fútbol.

Ahora once metros lo separan de un arco con red profesional, detrás la tribuna de La Doce. Abre el pie y el tiro sale a media altura. El arquero vuela y la desvía al córner. Es el primer penal errado de toda su carrera. Nueve años después enfrenta al mismo arco. Tiene barba nueva, cinta de capitán nueva y la camiseta blanca de San Lorenzo, club donde se transformó en ídolo. Patea al mismo lugar pero más alto. Es gol, como casi siempre. Es gol y decreta el triunfo sobre Boca, como casi siempre.

Néstor Ezequiel Ortigoza cumplirá ante Banfield 200 partidos con la camiseta del Ciclón. Desde aquel híbrido empate en uno contra Gimnasia hasta este presente entusiasta. Desde la irregularidad de su juego en 2012 hasta un 80 % de pases concretados en su último partido. Desde el penal contra Instituto hasta el penal contra Nacional de Paraguay, su paso dejó una huella imborrable en la historia del club. Hasta ahora convirtió 20 goles en sus tres etapas, ganó el Torneo Inicial 2013, la Copa Libertadores en 2014 y la Supercopa de la temporada 2015 en febrero de 2016.

Su técnica individual y guapeza en los momentos bravos enamoraron al hincha azulgrana. El fútbol del “Gordo” logra combinar la estética y la estesis a la perfección. Por un lado maneja los hilos, con un repertorio abismal de pases y asistencias. Su visión periférica sienta las bases del juego en equipo. Por otro lado pone su cuerpo a disposición. Siempre está bien ubicado, sabe acomodarse para cuidar la pelota, incluso raspa a los rivales cuando corresponde.

Volvió al club tras cuatro años, después de mover cielo y tierra para cumplir su último deseo: terminar su carrera en el club de Boedo. Declaraciones como “San Lorenzo me cambió la vida” o “yo me enamore de ese club”, además del inmenso apoyo del público, lograron hacer recapacitar a la dirigencia y así recontratar al jugador de 36 años.

Felicitaciones campeón, y bienvenido a casa otra vez. Porque un amor así nunca se olvida.