A 30 años de la detención de Walter Bulacio, fana de los Redondos y de San Lorenzo

El 19 de abril de 1991, frente al Estadio Obras, donde se presentaban “Los Redonditos de Ricota” la policía detuvo a 52 menores por supuestos disturbios. Los chicos fueron trasladados a la comisaria 35ª y fuertemente golpeados. Walter Bulacio, uno de los jóvenes detenidos, se descompuso y fue derivado al hospital mas cercano. El comisario Miguel Ángel Esposito, a cargo de la comisaria, no dio cuenta de lo sucedido. Lo cierto es que Walter murió y nada justifica su muerte: El comisario fue sobreseído por la Sala Sexta de la Cámara del Crimen.
Desde Bonzi, y luego de que su abuela María Ramona le rogara una vez más que se cuidara, llegó en un micro con sus amigos a las inmediaciones del estadio. No tenía entrada y quería comprar una, y como estaban agotadas, se sumó a las filas de los que no resignaban el objetivo que los había llevado hasta las puertas de Obras. Walter, fanático de los Redondos de Ricota, estaba ansioso por ingresar a su primer y único recital, y ver a su máximo ídolo, el Indio Solari. Sin embargo su ilusión se derrumbo, porque mientras esperaba en la puerta del predio, fue levantado por una razzia policial, junto con un grupo de al menos 70 personas más. Fueron trasladados a la comisaria nº 35 ubicada en la calle Cuba, entre Campos Salles y Guayra, en Núñez. El comisario a cargo era Miguel Angel Espósito que pese a que la ley 10.903 (dictada en 1919) establece que, en estos casos, debe comunicarse el procedimiento al juez de Menores, actuó por la aplicación del Memorandum 40, es decir, una reglamentación interna que no tenia validez judicial y que fue derogada luego del caso.

Walter, a sus 17 años de edad, trabajaba como caddie en un club de golf para poder pagarse su viaje de egresados y además, le permitía seguir a sus dos grandes pasiones “sin deberle nada a nadie”, como él mismo decía según su abuela Ramona: San Lorenzo y Los Redondos. Incluso se compró un gorro tipo piluso, con las trenzas pintadas de azul y rojo y se lo puso un domingo cualquiera para ir a la cancha de Ferro a alentar al Ciclón y en medio de un desaforado grito de gol cuervo, sintió que se lo robaron en plena avalancha. Su enojo ante esa situación fue supremo.
En el colegio era un acérrimo defensor de la historia azulgrana, con la chicana en la punta de la lengua para salir airoso ante los dichos de sus compañeros, con quienes hablaba de fútbol y de los Redondos en el propio centro educativo o caminando por el barrio.
Según uno de sus mejores amigos, Miguel Vilche, lo esperaron ese fatídico viernes 19 de abril en Castro y Las Casas, lugar que conocían al dedillo porque ese era el punto de encuentro predilecto para Walter y su grupo. Pensando en esa ocasión en salir para Obras Sanitarias, en lo que era el primer recital para Bulacio. “No vino con nosotros y pensamos que había decidido ir con la banda de Aldo Bonzi. Vimos el recital y nos volvimos. No había celulares. Recién nos enteramos de lo que había pasado el lunes siguiente en la escuela”, cuenta Miguel su suposición de aquella noche y que se confirmó luego. La investigación determinó que Walter llegó a Obras a las 20.50hs y llevaba en uno de sus bolsillos la plata que le había dado su abuela, María Ramona Armas, para comprar la entrada correspondiente. Enterado que no había más entradas, esperó el momento para entrar con el show comenzado y así cumplir su sueño, el cual se transformó en pesadilla porque a las 21.15hs, por orden del entonces comisario Miguel Angel Espósito, lo subieron en un colectivo de la línea 151 y lo llevaron detenido por “averiguación de antecedentes” a la seccional 53ª de la Policía Federal, junto con otros 72 jóvenes, diez de ellos menores de edad, igual que Walter.
La causa Bulacio pasó por decenas de jueces y el caso fue cerrado por la Justicia local, por prescripción de la acción penal, pero reabierta en diciembre de 2004 por un fallo de la CIDH (Corte Interamericana de Derechos Humanos). El juicio oral se hizo a fines de 2013 (sí, 22 años después!) y el comisario Espósito sólo fue juzgado por el delito de “privación ilegal de la libertad” y nadie pagó por la muerte de Walter. La pena de tres años de cárcel “en suspenso”, sin cumplimiento efectivo. Todo quedó impune.
Walter está siempre en el recuerdo, con su sonrisa brillante y su desfachatez ante la vida, con Los Redondos y San Lorenzo como estandarte..
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